Hace días que pienso en él. Maldita sea no logro sacarle de mi cabeza, si, resulta ridículo pero le quiero, le quiero mucho. Aun que quizás mienta, porque hoy pensando me he dado cuenta de que ya no creo en el amor.
Es algo absurdo, que nos vuelve absurdos a nosotros, por lo menos a mí.
Tengo que reconocer que podréis llamarme idiota. Oh si, tenéis todo el derecho de hacerlo. Porque yo, Lydia Rodriguez Lopez, acabo de decir que no creo en el amor.
Creo en el ratoncito Perez, en los Reyes Magos, en las sirenas, las hadas, los ogros, los fantasmas, en Campanilla y Papa Noel. Creo que Alicia se perdió en el País de las Maravillas a propósito. Creo en los deseos, si, en todo tipo de deseos, estrellas fugaces, velas de cumpleaños, tréboles de cuatro hojas, de tres, de dos, e incluso de una. Creo en el cofre de oro que hay al final del arco iris y también creo que hay duendecillos viviendo en el césped de mi azotea. Creo que si besas al sapo adecuado se convertirá en un apuesto príncipe y que los siete enanitos estarán a tu lado para elegir tu vestido de novia confeccionado por Flora, Fauna y Primavera. Creo en los flechazos y el amor a primera vista (los romances cortos). Creo que el lobo feroz era el bueno del cuento de Caperucita Roja y que si andas descalza por casa el frío del suelo subirá hasta tu cabeza y podrás convertirte en un polo de frambuesa. Creo en el Kraken y en que Jack Sparrow no le mató. Creo en la segunda estrella a la derecha y en que Peter Pan vendrá a buscarme algún día para llevarme al país de nunca jamás.
Creo en muchas cosas ridículas, cosas sin sentido y verdaderas falsedades que todo el mundo conoce pero que para mí son verdades.
Sin en cambio, no creo en el amor, ya no.
Es algo absurdo, que nos vuelve absurdos a nosotros, por lo menos a mí.
Tengo que reconocer que podréis llamarme idiota. Oh si, tenéis todo el derecho de hacerlo. Porque yo, Lydia Rodriguez Lopez, acabo de decir que no creo en el amor.
Creo en el ratoncito Perez, en los Reyes Magos, en las sirenas, las hadas, los ogros, los fantasmas, en Campanilla y Papa Noel. Creo que Alicia se perdió en el País de las Maravillas a propósito. Creo en los deseos, si, en todo tipo de deseos, estrellas fugaces, velas de cumpleaños, tréboles de cuatro hojas, de tres, de dos, e incluso de una. Creo en el cofre de oro que hay al final del arco iris y también creo que hay duendecillos viviendo en el césped de mi azotea. Creo que si besas al sapo adecuado se convertirá en un apuesto príncipe y que los siete enanitos estarán a tu lado para elegir tu vestido de novia confeccionado por Flora, Fauna y Primavera. Creo en los flechazos y el amor a primera vista (los romances cortos). Creo que el lobo feroz era el bueno del cuento de Caperucita Roja y que si andas descalza por casa el frío del suelo subirá hasta tu cabeza y podrás convertirte en un polo de frambuesa. Creo en el Kraken y en que Jack Sparrow no le mató. Creo en la segunda estrella a la derecha y en que Peter Pan vendrá a buscarme algún día para llevarme al país de nunca jamás.
Creo en muchas cosas ridículas, cosas sin sentido y verdaderas falsedades que todo el mundo conoce pero que para mí son verdades.
Sin en cambio, no creo en el amor, ya no.